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En mi anterior entrada comentaba la afectación de la denominada “memoria de trabajo” en la EM y traté de explicar la definición de esta memoria. Otro tipo de memoria que algunos trabajos señalan que puede verse afectada es la que denominamos “memoria prospectiva”.
Es muy frecuente incluso entre los profesionales el asociar la memoria exclusivamente a recuerdos del pasado (¿Qué cenó ayer?,, ¿Dónde vive?, recuerda el día de su boda?….). Sin embargo no deparamos en que la memoria también se proyecta al futuro,: si yo le pregunto que va hacer mañana por la tarde o cuando tiene la próxima visita con su médico ¿ve cómo para responderme “echa mano” de su memoria?. Así es, la memoria se proyecta al pasado (se denomina memoria retrospectiva) pero también lo hace al futuro (esta de denomina memoria prospectiva). Hablemos un poco de ella.
La memoria no consiste únicamente en conocer y rememorar eventos del pasado (memoria episódica retrospectiva), sino que además, nos permite almacenar planes e intenciones para el futuro. LIa Kvavilashvili del departamento de psicología de la Universidad de Hertfordshire y Judi Ellis del mismo departamento pero de la Universidad de Reading (ambas en el Reino Unido) definieron la memoria prospectiva como el recuerdo de hacer algo en un momento concreto del futuro y la ejecución del plan previamente formulado. En los modelos taxonómicos, la memoria prospectiva forma parte de la memoria episódica o autobiográfica que puede dividirse en retrospectiva (hacia el pasado) y prospectiva (hacia el futuro). La información autobiográfica, que nos hace conscientes de nuestro pasado y nos prepara para el futuro, refleja un avance evolutivo importante ya que esta información resulta fundamental para la autoconciencia (mi pasado es único y personal y me pertenece y el futuro es mi futuro).
En este sentido, la memoria prospectiva nos ayuda a escapar del aquí y el ahora y da continuidad a la imagen del yo al percibir esta imagen como un continuo a lo largo del tiempo. Esta capacidad es necesaria para la supervivencia y para la calidad de dicha supervivencia aunque, es posible que la realización de estas actividades implique a diferentes componentes. Así, algunos autores tratan de diseccionar la memoria prospectiva en distintos componentes como metaconocimiento (conocimiento necesario específico para la acción), planificación (formulación del plan para facilitar su realización), monitorización (seguimiento del proceso a realizar), contenido del recuerdo (recordar el contenido de la acción), conformidad (acuerdo para realizar la acción) y monitorización del resultado (comprobar el resultado). Evidentemente esta parcelación de la memoria prospectiva comparte el principio de regresión al infinito ya que debemos preguntarnos cuantos subcomponentes contiene a su vez el metaconocimiento, la planificación o la monitorización del recuerdo. Otro error frecuente en este tipo de planteamientos es la introducción del concepto que se trata de definir en la propia definición, lo que hace que el concepto no quede aclarado (“contenido del recuerdo es recordar el contenido…”).
Una de las cuestiones que surgen de este planteamiento es qué aspectos pueden diferenciar la memoria retrospectiva de la prospectiva. Para algunos estudiosos las diferencias son de “señal” e indican que en la memoria prospectiva la señal para recordar es menos obvia y menos delimitada por el ambiente por lo que precisaríamos de más capacidad de detección de señales y de eliminar “el ruido” acompañante a tal señal. Relacionada con la hipótesis de la señal se ha intentado establecer una diferenciación entre señales basadas en el tiempo (“he quedado en llamar a las 11 al médico”) y las basadas en indicios contextuales (pasar por la sección de perfumería en el supermercado me recuerda que tengo que comprar un cepillo de dientes). Aunque ambos tipos de tareas requieren “traer a la mente” una acción cuando se está ocupado en otra, las de señal “tiempo” se consideran más complejas porque requieren más conducta autoiniciada en la medida que no se dan estímulos externos facilitadores. En nuestra opinión, la explicación más plausible de esta diferenciación es que, por un lado, para las señales basadas en indicios contextuales existe más información en la memoria retrospectiva, y por otro lado, deberíamos conocer que estrategias o indicios contextuales internos utilizan los sujetos que obtienen buenos resultados en memoria prospectiva temporal.
Para otros autores la diferencia se produce a nivel de la codificación señalando que el proceso de codificación para llevar a cabo una acción es un proceso más elaborado que el que se precisa para rememorar. Por último, otros investigadores consideran que la clave se halla en los procesos de recuperación precisando que en los procesos de memoria prospectiva la activación que se precisa para la recuperación es más elevado.
Ciertamente, la memoria prospectiva basada en criterios de tiempo más que en indicios contextuales requiere procesos más controlados y de monitorización por lo que es posible que se halle relacionado con los procesos ejecutivos como función y el córtex prefrontal como estructura. Algunos trabajos han puesto de manifiesto la relación entre memoria prospectiva y funciones ejecutivas en la medida que este tipo de memoria requiere procesos de control ejecutivo. En esa línea, podemos plantear dos aspectos que consideramos importantes en relación a estos procesos de memoria. En el caso de que me proponga llamar al médico a las 11 horas para solicitar consulta ¿no es más probable que recuerde telefonear al Doctor si a las 10,30 horas siento un dolor agudo? Si el sistema recibe información continuada que opera como señales que actualizan y “ponen al día el sistema”, este sistema tenderá a ser más eficaz. En este sentido, es donde cobran relevancia las funciones ejecutivas en la medida que es posible que sujetos con buena memoria prospectiva para eventos temporales utilicen un mecanismo interno de repaso que continuamente actualiza la información lo que les permite recordar sin muchos problemas lo que deben de hacer. Este mecanismo de chequeo valora lo que he hecho y lo que me queda por hacer por lo que se acerca mucho a estrategias ejecutivas. Otro aspecto interesante relacionado con lo anterior tiene relación con la teoría del desuso de la información. Cada vez que chequeamos el estado del sistema utilizamos la información contenida en él lo que hace que se refuercen las sinapsis y esa información se fortalezca lo que ayuda a su recuperación posterior (cuanto más utilizamos una información más se fortalece).
Es obvio que la memoria prospectiva debe actuar en situaciones poco especificadas por el ambiente. Recordemos que el Sistema Atencional Supervisor actúa en situaciones novedosas, hay que actuar y tomar decisiones o es preciso inhibir una conducta. Este sistema activa una acción concreta en ausencia de estímulos ambientales, suprime las respuestas a estímulos externos y genera acciones nuevas, todos ellos procesos muy relacionados con la memoria prospectiva. El punto de encuentro entre la memoria prospectiva y las funciones ejecutivas puede encontrarse en el Sistema Atencional Supervisor ya que en ella se ven involucrados aspectos como la formulación de planes; se llevan a cabo ensayos mentales y se evalúa, revisa y corrige la información.
Por su situación anatómica, el córtex prefrontal recibe información de todas las modalidades sensoriales y envía información al sistema motor para que se ponga en acción. Este patrón de conexiones facilita la integración de la información para seleccionar la conducta apropiada lo que apoyaría la idea de que esta región es fundamental para mantener la información y para la utilización prospectiva de dicha información.
Autor: Javier Tirapu Ustárroz
Javier Tirapu Ustárroz es neuropsicólogo clínico y en la actualidad forma parte del servicio de rehabilitación neurológica del Complejo Hospitalario de Navarra (Clínica Ubarmin) y es director científico de la Fundación Argibide para la promoción de la salud mental. Ha impartido más de 450 conferencias, ponencias y cursos de divulgación sobre temas de neurociencia. Cuenta con más de 220 publicaciones y 8 libros relacionados con la neuropsicología. Asimismo, es miembro del comité científico y revisor de 10 revistas científicas y director del área de neuropsicología de revista de neurología. Es profesor en 12 master sobre neuropsicología y neurología conductual en España e Iberoamérica. Co-director del master sobre neuropsicología de la Universidad Pablo de Olavide y del Master sobre trastornos del Espectro Autista.